martes, 27 de octubre de 2009

La luz es más reconfortante porque existe la oscuridad

Querid@ amig@.

Escuchaba el otro día a un amigo decir que "la vida es a veces un infierno". Y recibí esas palabras como dardos incendiados que dañaban, que se clavaban sin piedad desarmando mis defensas. Y no respondí. Sólo escuché y me concedí sentir.

Y me concedí escucharme: si la vida es a veces un infierno, quizá es porque otras veces no lo es. Incluso es posible, que alguna de esas ocasiones en que no lo es, la vida sea una delicia.

Y eso me gustó. No sólo la percepción de que también estaba el deleite, sino contemplar, que en ese proceso, aceptaba sin lucha mi parte oscura. Negar que existe esa oscuridad, nos conduce, en no pocas ocasiones, a una contracción, a una contención, a la negación de una parte de nosotros; nuestra propia negación.

En el juego de la vida dispones de dos tipos de verdades, las verdades superficiales y las verdades profundas. En las primeras, en las superficiales, "lo opuesto a tu verdad es falso". En las verdades profundas, las auténticas verdades, "lo opuesto a tu verdad, es, ni más ni menos, otra verdad que, tal vez, no te habías permitido contemplar".

Y desde este abrazo de profundidad a la "¿auténtica verdad?", la vida puede ser un infierno y una delicia. Y puedo aceptar que así sea. Y puedo abrazar y escuchar ambas percepciones. Y puedo crecer desde ambas. Y puedo ser desde ambas.

Toda luz precisa un espacio de oscuridad para transmitir su esencia. Por eso una vela candente inunda y envuelve la noche mientras se desdibuja y pierde en el día.

Gracias al infierno, también puedes descubrir la delicia. Gracias a la delicia, puedes llevar con más dulzura el tránsito del infierno. Y los dos son verdad; tanto, como ilusión e irrealidad habita en ambos.

Y en cualquiera de ellos, la llama de la vida danza en enigmáticas sombras ilusorias.

Y entre tanto... sigues descubriéndote.

Salud y paz.

Luis
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